

El comercio internacional de armas es uno de los sectores más lucrativos del mundo, impulsado por una lógica perversa: para que prospere, necesita enemigos, conflictos y guerras. Las principales potencias militares y grandes corporaciones del sector armamentístico se benefician de un sistema que perpetúa la inseguridad global, promoviendo la militarización como respuesta estándar a los desafíos políticos, sociales y humanitarios.
En el artículo “No hay negocio sin enemigos”, Jordi Calvo Rufanges analiza cómo las industrias de defensa y los gobiernos colaboran estrechamente para mantener este ciclo de violencia. A través de una narrativa constante de amenazas —reales o fabricadas—, se legitima el incremento del gasto militar y la expansión de alianzas como la OTAN. Esta dinámica facilita la venta masiva de armamento, incluso a gobiernos represivos o a zonas en conflicto, agravando aún más las crisis existentes.
Este modelo no solo alimenta guerras, sino que desvía recursos públicos fundamentales que podrían invertirse en servicios esenciales como la sanidad, la educación o la lucha contra la pobreza. Bajo esta lógica, la paz no resulta rentable; es la guerra la que mueve el engranaje económico.
El reportaje «El floreciente negocio de la guerra», publicado por La Marea, refuerza esta visión al señalar que, tras una breve caída en 2012, el gasto militar global ha experimentado un crecimiento constante. Este auge responde a la expansión de conflictos en distintas regiones del mundo y a la influencia de las grandes potencias en el comercio internacional de armamento, consolidando así una industria multimillonaria en permanente crecimiento.
Puedes consultar los artículos originales en:
FUHEM: No hay negocio sin enemigos: la guerra y el comercio de armas
La Marea: El floreciente negocio de la guerra