O cómo devolver a la población lo que los especuladores nos quitan.
EL ITF (Impuesto a las transacciones financieras) o Tasa Robin Hood (en honor del personaje que facilitaba a los pobres lo que robaba a los ricos) o Tasa Tobin (es el nombre del economista que lo planteó), es una propuesta que las ONGs y movimientos sociales que luchan por un mundo mejor, que plantea conseguir financiación contra el Hambre en el mundo, la falta de recursos de muchísimos millones de personas, luchar contra el cambio climático, al mismo tiempo que se frenan los efectos perversos que tiene para el sistema económico la especulación financiera.
Este impuesto actúa sobre todo tipo de transacciones financieras, valores, divisas, bonos, todo tipo de especulación sobre títulos, productos derivados, etc. Y ello porque los capitales tienen hoy libertad absoluta para trasladar sus preferencias de unos a otros activos sin que existan fronteras ni impuestos. En definitiva grava a empresas con cifras multimillonarias, sin afectar a su capacidad productiva, pero sí sobre la actividad especuladora que no tiene ningún beneficio social.
El objeto de especulación pueden ser las divisas, o los capitales de alto riesgo que invirtieron desde paraísos fiscales en títulos y/o productos derivados de las hipotecas subprime, de ahí pasaron a especular en 2008 sobre los mercados de futuros de los alimentos, o han especulado sobre el euro o sobre los bonos de deuda en Europa. La especulación sobre la compra-venta de moneda, alcanza desorbitantes cifras medidas en billones de dólares, que son similares o superiores al PIB de los países más ricos. Y muchas de las crisis cíclicas que ha vivido nuestra historia tienen el origen en la especulación.
El ITF ha de servir para disuadir a los especuladores cortoplacistas. La tiranía de los mercados puede borrar del planeta la esperanza de que otro mundo mejor sea posible haciendo inviables la justicia social y la democracia.
El ITF o Tasa Robin Hood debe de aplicar tipos que disuadan a los especuladores, plantearse que para reducir el poder a la economía financiera y devolverlo a los pueblos es necesario disponer de este impuesto.
La mayor eficacia del impuesto requiere que su implementación sea mundial, para que los especuladores no “escapen” a los mercados que no aplicarían esta medida. Además su aplicación en todos los mercados financieros podría producir enormes cantidades de dinero público que sería necesaria para la lucha contra la pobreza, el Cambio Climático o conseguir una mayor inversión en sanidad, educación, I+D, etc.
Pero implementar este impuesto a nivel mundial no es nada fácil, al menos en el corto plazo, dada la escasa movilización al respecto, el gran poder de las finanzas y la falta de una autoridad mundial democrática.
La estrategia para avanzar hacia un ITF global ha de fundamentarse en ir dando pequeños pasos. Por eso, son muy aconsejables la aplicación a todos niveles territoriales, ya sean en regiones o países experiencias de impuestos a transacciones financieras de todo tipo.
En este sentido hay que aplaudir leyes nacionales como la del Impuesto sobre operaciones financieras de Brasil en 2009, con un tipo del 2%, o la que se empezó a aplicar a principios de la década de los 20 en algunos países europeos como España, Francia, Grecia, Italia y Bélgica.
Las enormes ventajas de la aplicación de este impuesto requieren que el conocimiento y apoyo de la población sea cada vez mayor para que los gobiernos del mundo se vean presionados para su necesaria aplicación.