Es el tipo que representa una política fiscal que introduce impuestos para promover las actividades ecológicamente sostenibles a través de incentivos económicos, castigando con impuestos las actividades económicas que ensucian el Planeta y hacen más difícil e insana la vida en el mismo.
Su objetivo es disminuir las actividades dañinas a nuestro medio natural y promover la sostenibilidad. “A más daño le produces a nuestro entorno, más te cobro” “quien contamina, paga” son alguno de los lemas que han movido la fiscalidad verde. Y son medidas necesarias al menos hasta que las empresas perciban que no les compensa producir productos o servicios que generan costos medioambientales.
Por desgracia esta práctica no está generalizada, pero en el mundo posible y necesario es obligatorio que estos impuestos se extiendan a todos los ámbitos
Podemos poner muchos ejemplos:
Gravar fiscalmente a las fábricas que contaminan favorece a las que han invertido en filtros y sistemas que evitan o disminuyen sustancialmente la emisión de gases contaminantes.
Impuestos más elevados a las eléctricas por producir energía con fuentes contaminantes (carbón, petróleo) y aplicar la exención fiscal a las fuentes de energía renovables. Castigar fiscalmente la producción agrícola, ganadera y pesquera más insostenible y premiar a aquella que tiende a la producción ecológica. Hagamos por vía de los impuestos que moverse en transporte público o en bici sea más rápido, cómodo y barato que usar el vehículo privado en las ciudades. Construir viviendas sin considerar el aislamiento térmico o la cantidad de luz solar que puede aprovecharse será carísimo gracias a las ecotasa, frente a las construcciones bio que tendrán más capacidad de penetrar en el mercado por no tener esos impuestos.
Implementar impuestos verdes modela el mercado hacía los terrenos en los que queremos llevar a la actividad empresarial: la sostenibilidad ecológica y por tanto social y económica.