Gracias a la capacidad modular de la tecnología fotovoltaica por primera vez en la historia de la Humanidad podremos lograr que la generación de energía esté al alcance de todos y no de unas élites que preferirían guardar eternamente el monopolio de la producción energética.
La capacidad de generar energía es la fuente primaria de la producción económica. La agricultura, la ganadería, la pesca, la industria, el transporte, el comercio, los servicios necesitan de la energía como fuente primaria.
La producción en masa de un producto industrial conjuntamente con la innovación tecnológica abaratan el mismo. Y eso es lo que lleva ocurriendo con la producción de paneles fotovoltaicos desde que se pusieron en explotación en la carrera espacial en los años 60 del siglo pasado. El descenso de sus precios no se ha detenido, continuará y esto conlleva que cada vez más personas tendrán la capacidad de producir energía desde sus viviendas y sus pequeñas empresas. Y eso supondrá que podremos disponer de electricidad y “combustible” para nuestros vehículos eléctricos a precios muy bajos, casi gratuitos.
Este proceso podría ayudar a la transferencia de riqueza desde las élites a las mayorías sociales. Todo el negocio de la petroleras y las eléctricas empezará a tambalearse y aunque se conviertan e intenten estar en una posición dominante en el negocio de producción fotovoltaica de energía, sus ingresos descenderán porque la capacidad que las familias y empresas tienen de generar la propia energía que necesitan hará que su papel de dominadores del negocio descienda significativamente. Las familias y pequeñas y medianas empresas verán como los grandes costes que hoy suponen la factura energética caerán en “picado”.
Es posible y no estamos demasiado lejos de un sueño: las renovables nos permitirán disponer de energía abundante y a precios cada vez más bajos, tanto, que llegarán casi a la gratuidad. Cuesta creer esto, ya que hoy la energía es escasa, cara y además su uso está poniendo en peligro la vida en la Tierra. Sin embargo es posible. Y hay dos motivos para sostener esto:
1º) La gran ventaja de las renovables es que una vez realizada la inversión (la placa fotovoltaica o el aerogenerador) el combustible (viento o Sol) es gratis.
Esto no pasa con las fuentes sucias actuales: se requiere constantemente alimentarlos con petróleo, gas o carbón.
2º) La generación industrial masiva de las máquinas que generan electricidad (aerogeneradores, placas fotovoltaicas, etc) producirá una bajada constante de los precios.
Lo mismo ocurrió en los servicios de telecomunicaciones, que comenzaron con un costo altísimo, desde el telégrafo a teléfonos de línea fija y luego a móviles. Hoy en día, la mayoría de las llamadas no cuestan casi nada porque Skype, whatapps y muchas más aplicaciones han hecho posible hacer llamadas virtualmente gratis, solo se requiere Internet.
La generación descentralizada da otro enfoque al modelo actual imperante de generación centralizada propiedad de grandes compañías productoras de energía sucia. La generación renovable y descentralizada reduce la cantidad de energía que se pierde en la red de transporte de energía eléctrica ya que la electricidad se genera muy cerca de donde se consume, a veces incluso en el mismo edificio. Esto hace que también se reduzcan el tamaño y número de las líneas eléctricas que deben construirse y mantenerse en óptimas condiciones.
Las fuentes de energía para este tipo de sistemas normalmente son los pequeños molinos de viento, pero sobre todo la energía solar térmica y fotovoltaica, la primera para la generación de calor y la segunda de electricidad.
La tecnología para lograr este sueño existe y viene con una serie de novedades que todavía no se han popularizado: Comprar la electricidad al vecino o producir la propia energía que se necesita, almacenarla con una batería en la vivienda, disponer de estas baterías en un centro social de la asociación de vecinos para darle electricidad a todo el barrio, recibir mensajes en el móvil desde el sistema de energía solar en el techo de la vivienda o del edificio para que se ajuste el consumo eléctrico en función de lo que sugiere la aplicación, alimentar el coche eléctrico con la energía “sobrante” o que el vehículo devuelva esta energía al sistema energético de la vivienda cuando esta lo necesita.
En algunas décadas todos los automóviles serán eléctricos y se recargarán en la propia vivienda (para el que dispone de garaje) o en estaciones especializadas a un precio muy bajo o por el sistema de tarifa plana (como hoy disponemos en telecomunicaciones). Los ahorros para la población son enormes porque hoy la factura energética (gastos de luz y consumo de gasolina) supone entre el 15% y el 30% del gasto familiar.
La aceleración del desarrollo tecnológico ha abierto la puerta al crecimiento económico en todo el mundo y permitirá que todos aprovechemos las fuentes renovables cada vez más baratas, cada vez más accesibles.
En las viviendas y empresas podremos disponer de módulos solares fotovoltaicos combinados con baterías de almacenamiento que nos irán suponiendo una independencia de las grandes compañías eléctricas y petroleras, además de un sustancial ahorro de los costes de la energía que se pagan hoy.
Los recursos energéticos distribuidos cerca de los usuarios viabilizan un mercado de servicios eléctricos que satisfacen las necesidades locales. No es solo generar electricidad renovable, sino democratizar el sistema para lograr un empoderamiento de la población alejando el negocio eléctrico de las grandes empresas y generando un enorme caudal de oportunidades para la creación de riqueza y empleo. Tendremos energía para dar electricidad a nuestra vivienda y para que nuestros vehículos funcionen.
La energía se convertirá en abundante y será básicamente libre. Esta energía será limpia, eficiente y distribuida de manera descentralizada.
Por desgracia, tardaremos algunos años para alcanzar esta meta. Primero porque en muchos países ni siquiera están aplicando medidas de fomento de las renovables modulares para el autoconsumo. Segundo porque la inmensa mayoría de la población no es consciente de la revolución que se avecina en este terreno. Y tercero, porque las compañías eléctricas y de los combustibles fósiles conscientes del daño que sufrirán con la implantación de un nuevo modelo energético descentralizado, están intentando retrasar en lo posible su implantación efectiva.
Por desgracia, tardaremos algunos años para alcanzar esta meta. Primero porque en muchos países ni siquiera están aplicando medidas de fomento de las renovables modulares para el autoconsumo. Segundo porque la inmensa mayoría de la población no es consciente de la revolución que se avecina en este terreno. Y tercero, porque las compañías eléctricas y de los combustibles fósiles conscientes del daño que sufrirán con la implantación de un nuevo modelo energético descentralizado, están intentando retrasar en lo posible su implantación efectiva.
Por ello esta aspiración está verde, tanto por su carácter inmaduro, como por su vocación ecologista. Pero la lógica, el sentido común, la emergencia climática, la cada vez más decidida voluntad política y los acontecimientos del mercado en los últimos años nos dicen que es muy probable que la energía se democratice y que empodere a la gente frente a las élites que disponen del negocio millonario de la energía en la actualidad.
Y hay otro motor que impulsará el cambio: la población detectará progresivamente la conveniencia económica para sus intereses de la producción fotovoltaica en su propia vivienda o empresa.
Por eso, las renovables, y más en concreto la fotovoltaica es la energía primaria que más y más rápido crece en todo el mundo y qué más eficaz resulta en el freno a las emisiones.
Esta es la tendencia y cada vez será más acusada: Más peso de las renovables y caída de las energías sucias. La capacidad instalada de energías renovables seguirá creciendo a mayor ritmo que el resto de fuentes de energía y suponen ya la gran mayoría de toda la inversión energética mundial.
Pero para que esta revolución acorte sus plazos de ejecución necesitamos medidas políticas que además mejorarán la economía del país. Subvenciones, ventajas fiscales, legislación favorable y contratación pública son necesarias para acelerar el cambio y frenar las emisiones, acercándonos así a una sociedad más justa y a no superar el límite del 1,5º de subida de la temperatura media.