El desarrollo en los países europeos se ha basado en la creación de un Estado fuerte con una posición de predominancia destacada, llegando en la gran mayoría de los casos, el presupuesto de las administraciones públicas de estos países a superar el 40% del PIB. Esto ocurre en toda UE con la excepción de 3 países, Rumanía y Bulgaría con el 35% e Irlanda con el 25% de gasto público con respecto a cada uno de sus PIB. Esto ha permitido que Europa se haya convertido en la región del Globo con un mayor avance de las políticas sociales.
A la luz de los datos existe una relación entre el nivel de renta y bienestar de una sociedad con respecto al poder de sus Estados, de tal forma que los porcentajes de participación del gasto público más bajo se produce en los países africanos con un menor nivel de desarrollo, como ejemplos más paradigmáticos se pueden señalar la República Centroafricana, la República Democrática del Congo y Nigeria que a pesar de tener un PIB muy pobre, el gasto público no supera el 13% del Producto Interno Brito, lo que demuestra la debilidad de estos estados. O incluso, si cabe deberíamos de mencionar a otro con un menor porcentaje de participación del Estado, Somalia, en la que éste prácticamente ha desaparecido y no existen ni estadísticas oficiales. Las consecuencias para la sociedad somalí son horrorosas: hambre, inseguridad, escasez o falta total de servicios básicos de educación, sanidad, agua, infraestructuras de limpieza, de transportes, etc.
También en la región Latinoamericana encontramos ratios bajas, inferiores al 30% en el caso de Perú, Colombia, Chile, Paraguay y que solo superan esta cifra los países que más han logrado avances sociales después de la década ganada de gobiernos progresistas como Brasil, Uruguay, Bolivia y Ecuador cuyas ratios eran sensiblemente menores antes de la llegada de estos gobiernos.
En países desarrollados fuera de Europa como Japón, USA, Australia se nos presentan ratios desde el 35 al 38% que también son un reflejo de unas sociedades en las que el Estado es fuerte pero con una vocación menos redistributiva que lo que ocurre en Europa, y por tanto con una sociedad que deja huérfanos de atención sanitaria, educativa, social a una parte significativa de su población. Con la excepción del Canadá que muestra un porcentaje superior al 40% y que puede perfectamente equipararse al modelo europeo.
Con todos los ejemplos que se han expuesto hay suficiente margen argumental para afirmar que el desarrollo de una sociedad y su cohesión social está directamente relacionada con el peso del Estado en su economía, aunque evidentemente tendríamos que considerar otros factores también.
Por desgracia escucharemos muy pocas veces en los medios de comunicación de masas hablar de estas cifras y análisis porque contradicen en gran parte el discurso oficial del neoliberalismo, siempre empeñado en reducir el gasto público (aunque sólo en algunas partidas) y por ello dispuesto a señalar que el desarrollo económico de una sociedad está relacionado con la reducción del papel del Estado. Sin embargo esto está totalmente reñido con los datos que exponemos y que demuestran totalmente lo contrario.
En un sentido contrario, hay ejemplos históricos en los que los regímenes dictatoriales de inspiración stalinista y maoista que ahogaron totalmente la actividad privada y que resultaron nefastos para la inmensa mayoría de la población porque su desarrollo económico nunca logró los niveles de bienestar que disfrutamos en Europa. Por tanto, la relación no es directamente proporcional, es decir a mayor participación del Estado en la economía mejor irá esta y más se desarrollará el bienestar. Ninguno de los regímenes comunistas lograron ofrecer a la mayoría de su población los niveles adquisitivos, de renta y de prestaciones sociales que se han logrado en Europa.
La conclusión es sencilla y determinante, los países con mejores Índices de Desarrollo Humano, IDH (que es indicador más fiable para medir el bienestar de un país), tienen un porcentaje de participación en el PIB superior al 40% pero que en ningún caso alcanzan el 60%. Podemos mencionar países como Finlandia (53%), Dinamarca (51%), Suecia (50%) Noruega (48%).
Por ello, las bases de las que tenemos que partir es la de mejorar el nivel de desarrollo humano e igualdad social, partiendo de la necesidad de un estado fuerte y presente en la economía pero que no crezca tanto para ahogar a la iniciativa privada. Nunca es positivo dejar sin posibilidades de desarrollo a las iniciativas económicas, empresariales y sociales que se emprendan y que doten del dinamismo y el crecimiento económico necesario para generar riqueza y empleo. La experiencia histórica y las estadísticas nos demuestran que el desarrollo humano y la cohesión social requieren de una participación significativa del Estado, que suponga en torno a la mitad del PIB del país, pero que no alcance los ratios de las dictaduras comunistas que ahogaron el bienestar de sus ciudadanos.
Para lograr estas ratios, las que tienen muchos países europeos, especialmente los escandinavos, se requiere de un sistema fiscal progresivo, justo, no solo a escala nacional, sino internacional, que logre globalizar el desarrollo humano más allá de las fronteras europeas y de los países de la OCDE.